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La fase “desierto” en tu práctica

Todos quienes llegamos por primera vez a un Shala de Ashtanga Yoga, sabemos de la sensación de asombro y enamoramiento que experimentamos tras la primeras clases.


Es parecido a conocer a alguien que nos maravilla, nos sacude, nos despabila y nos encanta.

Sentimos que nos vamos a quedar por siempre con esta práctica, que jamás la dejaremos.

Queremos salir a gritar a viva voz lo que sentimos para que todos sepan lo feliz que nos hace practicar Ashtanga Yoga.



Es la emoción propia de todo comienzo, esa felicidad que desborda ante lo novedoso, son las expectativas que tenemos y todo parece un sueño.


Pero, tras el correr del tiempo, práctica tras práctica, la cosa se torna un poco más "aburrida" . No siempre nos enseñan una postura nueva, nuestra práctica se "estanca" y llegamos a ese punto -realmente valioso aunque no lo sabemos- en que empezamos a ver cosas nuestras (sensaciones, reacciones, negatividad), y no nos gusta vernos así.


La práctica, una vez limpia de toda esa excitación inicial, comienza a hacernos de espejo, nos refleja a nosotros mismos y nuestras tendencias mentales.


La práctica nos echa luz, ilumina tanto que vemos lo que quizás teníamos bien guardado e ignorado (pero que nos enfermaba de alguna forma).


Es aquí - en este "desierto" de la práctica- donde la cosa se vuelve austera, y muchos decidimos que "esto ya no es para mi", "mejor me cambio de sistema de yoga", "mi maestro ya no me presta atención", etc


Y si tomamos esos senderos probablemente caminemos en círculos, sin darnos la oportunidad de ingresar en la zona más fértil del proceso del yoga.


Esta es una práctica para valientes, y no precisamente por las posturas que vamos aprendiendo, sino por la introspección que se nos propone.


La práctica nos dice:

"Usa tu mente. Concéntrate, enfoca, activa tu mente" .


No se trata de aprender el Saludo al Sol.

Se trata, mucho más en lo profundo, de empezar a usar tu mente y conectarla con la respiración, con el movimiento, con cada detalle.

De ser el amo y usarla: memorizando, sincronizando, auto-corrigiendo, siendo capaz de retener la corrección que el

maestro nos da. De mantenerla alerta, despierta y absolutamente concentrada durante esos minutos u horas que dure nuestro Sadhana (practica transformadora).


Cuando nos olvidamos que la práctica de asanas es un auxiliar para el trabajo mental (el de desmantelar nuestros patrones y tendencias), es cuando nos perdemos el banquete del Yoga, y nos quedamos comiendo migajas.

La Libertad aguarda para quien comprende esto.


Si no entrenamos a nuestra mente de esta manera, cómo seremos capaces de observarla en sus movimientos más sutiles?


La oportunidad de empezar ese entrenamiento no se encuentra en el bello oasis de los comienzos, sino en el austero desierto de la repetición, la ecuanimidad y la constancia.

Día tras día, práctica.


Om

🙏🏻🤍





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